lunes, 9 de abril de 2012

Pasar del ideologismo al pensamiento estratégico


Por Ricardo Auer

Desde hace varias décadas y pese a concepciones marcadamente opuestas, el Vaticano y el gobierno castrista de Cuba, han construido un diálogo que dejará sus huellas. Durante la presente visita papal a Cuba hubo actos multitudinarios, donde los discursos mostraron coincidencias puntuales y fuertes disidencias, tratadas a veces con sutilezas, otras en forma directa.

Todo diálogo implica coincidencias y disidencias; nadie dialoga sin debatir ideas o conceptos. No dialogar significa que la política se ha homogenizado totalmente, dejando al adversario sólo el camino de la lucha, por otros medios. El no diálogo es un camino que conduce a la confrontación, al conflicto, que siempre tiene la tendencia de escalar, lo cual hace cada vez más difícil encontrar soluciones. Los ingleses no quieren dialogar con Argentina por la soberanía de Malvinas; crearon un relato ficcional sobre la “autodeterminación del pueblo kelper”, que la hipocresía internacional tolera sin sonrojarse y que es funcional al enmascaramiento de los problemas concretos de la vida cotidiana de los pueblos.

La Argentina merece una reflexión sobre la cuestión del diálogo. Si internamente no le damos la importancia que se merece, caeremos permanentemente en la lucha interna, que sólo favorece a los enemigos externos. Todo esfuerzo por lograr una cierta unidad de concepción nacional (que algunos llaman política de estado) debe ser valorada. No para tratar temas banales; sino para ocuparse de los principios fundamentales de nuestra Identidad. El privilegio de pensar, analizar y resolver no debiera estar reservado a unos pocos; y menos aún que haya monólogos unidireccionales, con baja tolerancia a la crítica interna. Dar el ejemplo del diálogo fraterno hace más coherente el discurso externo por Malvinas.

A los políticos les agrada hacer operaciones mediáticas, buscando el rédito de corto plazo. Los estadistas saben que el mundo actual es muy complejo y por eso dialogan y se dejan asesorar hasta desde posiciones antagónicas como modo de encontrar la verdad, la sabiduría del rumbo correcto. Muchos cambios ocurrieron desde aquel mundo bipolar de los años 70, que era evidente para todos y fácil de entender. Había pocas opciones estratégicas y aunque algunos intentaban terciar (III Posición), no podían cambiar el escenario principal, marcado por las potencias dominantes de la época.

Actualmente las situaciones son mucho más fluidas y cambiantes. Las crisis económicas, sociales y políticas alcanzan a todos los países y se replican o contagian a terceros. Los países se han vuelto relativamente dependientes unos de otros. Si bien existe aún una potencia dominante en el campo militar y parcialmente en el económico, se puede decir que hoy existe una multipolaridad del poder. La presencia en el panorama mundial del grupo “BRICS” es un ejemplo de ese cambio estructural. La agenda mundial presenta bastantes problemas comunes, por lo que es difícil aislarse y buscar atajos endógenos. Hoy el conocimiento compartido es clave para enfrentar los enormes desafíos y buscar soluciones. No hay hojas de ruta claras. Las incertidumbres superan alas certidumbres. Es difícil acumular conocimiento estando aislado, ya sea del resto del mundo o de la misma sociedad, rica en posiciones diferentes, no necesariamente antagónicas, a las que se debe prestar atención.

Un mundo tan complejo y así estructurado sólo puede ser gestionado mediante el pensamiento estratégico más que el ideológico, como se ha manifestado en aquellos diálogos de La Habana y que explican el pasaje de las doctrinas de Mao ZeDong a las de Deng Xiaoping dentro de China, entre otros casos. En cualquier caso, lo fundamental ha sido siempre tratar de preservar la Identidad Nacional, modificando, en lo que fuese necesario, los objetivos de cada etapa, en particular su modelo de sociedad, reconocida por la importancia relativa que se otorga a educación, bienestar, seguridad ciudadana, ética del estado, cultura del trabajo y de pacificación nacional, sociedad abierta, tolerancia, diálogo y respeto a la verdad y a los valores, cohesión territorial, preservación de recursos naturales, competitividad, innovación y otros temas vitales para cualquier sociedad.

Durante la presente década se ha podido visualizar con mayor claridad que los Estados han sido debilitados en los años 80 y 90, por los fenómenos globalizadores, a favor de estructuras privadas muy poderosas. Argentina ha sido particularmente torpe y débil en enfrentar este fenómeno y en actuar en consecuencia para mitigarlo y darle respuestas equilibradas, como si lo han hecho algunos países vecinos. No hubo pensamiento estratégico, sino una pérfida liviandad para subirse a una moda ideológica orquestada a partir de un cambio global del paradigma tecnológico.

Ahora tampoco es posible avanzar hacia el futuro, regresando hacia el pasado; fundamentalmente porque las condiciones del mundo han cambiado. Las consecuencias negativas de lo que se hizo mal ó dejó de hacerse en su momento, deberán ser enfrentadas, con los modos actuales y no a la vieja usanza del mundo bipolar, es decir estatizando las producciones o los servicios. Recordemos que el peronismo nunca ha sido estatista a ultranza.

Para ello se necesita la creatividad de todos y la unidad interna; es decir es necesario habilitar el poder la sociedad civil, a través de las nuevas tecnologías. Para reforzar el poder del Estado (idealmente pequeño, eficiente y con alta capacidad de conducción) debe ponerse en Red a los diversos grupos de pensadores (generalistas o temáticos), que algunos llaman “think tanks”, Centros de pensamiento, u Organizaciones Libres del Pueblo. Las decisiones estratégicas deben ser analizadas en profundidad y difundidas a toda la sociedad. Debe comenzar a haber una conexión lógica entre el mundo de las ideas y el mundo de las decisiones.

Argentina dispone de numerosos Centros de Pensamiento; algunos solventados por el Gobierno y otros por entidades privadas. Existen otros que surgen simplemente por la voluntad patriótica de sus integrantes. Sin embargo no existe grandes Centros de Análisis Estratégico en los Partidos Políticos o Frentes Electorales; al menos en forma pública o publicada.

Pareciera que las ideas se reducen a lo que cada persona entienda de cada tema. Menos aún existe una Red de intercambio o debate sobre temas de la agenda pública. Los medios gráficos o televisivos solo se ocupan de exponer o poner a prueba “popular” opiniones, que en un 90 % son personales y no de grupos organizados.

Lamentablemente se ha comprobado que los criterios llevados adelante por medio de personalidades aisladas, por mas altos cargos que ocupen, o por círculos cerrados (oligarquías burocráticas o políticas), nos han llevado al fracaso estratégico (aunque hayan tenido alguna victoria táctica en el medio) y a las crisis repetitivas.

El pensamiento hegemónico es la tumba del progreso político y social; cualquiera sea su signo. Los gobernantes apelan en sus decisiones cotidianas a su legitimidad de origen, el voto popular, obtenido por mayoría simple. Pero eso no puede significar un respaldo absoluto a su legitimidad en el ejercicio del poder ya que un importante porcentaje de los votos no los hace representantes del 100% de las opiniones de la sociedad, cuya diversidad se debe respetar. Perón decía “los peronistas tenemos la mayor parte de la verdad, pero no toda la verdad”.

Cualquier manual de conducción indica que el verdadero liderazgo se organiza para descartar todo riesgo de improvisación, porque un plan no depende de aciertos casuales o temporales, sino de una suma cualitativa de logros sucesivos. Para ello debe haber un sistema de conducción, que respetando los liderazgos naturales, se manifieste como una relación de apoyo mutuo y ayuda recíproca con todos los integrantes del grupo o de la sociedad. La unidad de concepción es la que posibilita la eficacia en lograr los objetivos nacionales, sin distracciones ni incoherencias.

En otros países, de las más diversas ideologías, la situación es bien diferente. Existe innumerables think tanks que se ocupan de todos los temas. Algunos de ellos son lobbies, pero no lo ocultan demasiado. Sus opiniones son escuchadas por los gobiernos de turno; inclusive la de los “opositores”, aunque sus consejos o conceptos no concuerdan con los del grupo dominante. Su importancia es muy valorada, inclusive para sus respectivos opuestos, porque de la disidencia se aprende un mayor conocimiento. Nadie deja de reunirse con “el otro” porque piensa distinto. Cualquier aislamiento revela inseguridad de sus concepciones.

No existe una estrategia nacional sino es con un sistema de conducción asentado en la participación de la sociedad civil, de las organizaciones libres del pueblo. Esta retroalimentación positiva, requiere voluntad política y tener claro que todos los sectores deben resignar algo de sus intereses particulares. Logrado eso estaremos en una sociedad un poco más madura. La tarea de todos estos Centros de Pensamiento debe ser potenciada porque hoy son más necesarios que nunca. Sólo desde la necesaria diversidad de opiniones puede crease una verdadera y sustentable justicia social. Porque el pensamiento hegemónico tiende irreversiblemente a favorecer los lobbies y a actuar conservadoramente para mantener sus privilegios.

La diversidad en la unidad siempre es necesaria para conformar una Identidad nacional sólida, cuya estrategia de inserción internacional debe tener un cuerpo de concepciones coherentes, una planificación de sus acciones, una voz homogénea y una política de comunicaciones apropiada.

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