lunes, 9 de abril de 2012

Pobreza: unidos o dominados


Por Fabián Rapolla

Recuerdo la frase de Evita. Una vez. Y otra vez. En la interrogativa soledad de un niño sucio y descalzo que camina por plaza Francia: “Donde hay una necesidad hay un derecho agraviado”. La pobreza hiere, lastima, insulta…hasta sangrar. En la Argentina la pobreza, hace más de un siglo que detenta carácter estructural. Tristemente. Ha sido y es objeto de análisis, mediciones, supuestos estudios profundos, planes asistenciales, pero lo cierto es que, con excepción de lo realizado por el Gral. Perón en sus dos primeras presidencias, nadie, con  posterioridad, ha intentado erradicarla. Nadie ha intentado eliminar las causas que la originan y nadie ha intentado seriamente, llevar a los pobres a un claro y estable nivel de dignidad tal como el que gozan el sesenta por ciento de los argentinos. Este porcentaje a muestra que cerca de dieciseis millones de connacionales viven en situación de pobreza. En la Argentina solo se la ha administrado, casi como si fuera un recurso. De hecho lo es. El asistencialismo y los planes sociales han servido para que los que la padecen sean herramientas útiles al servicio de la dirigencia política y económica. Por supuesto que la responsabilidad no es sólo de la clase dirigente. La pobreza institucionalizada, ya es patrimonio del entramado social nacional.

Y con la pobreza, la marginalidad. La pobreza que se convierte, paradójicamente en  objeto de culto de aquellos que la sufren. Simplemente porque ya no creen merecer otra vida mejor. O que ello sea posible. Esto es la resultante de un largo, fino y perverso proceso llevado a cabo por sectores sociales económicamente favorecidos que junto a sus aliados mediáticos de oportunidad, han pergeñado, muy solapadamente, el argumento cultural de que la pobreza es justificable, que poco se puede hacer ante ella y que, en fin, es parte de las divisiones sociales. Divisiones que tienen como objeto final sostener el asombroso  conjunto de intereses de las grandes corporaciones económicas, financieras, industriales y terratenientes. Este proceso perverso, ejercido a través de décadas y décadas de opresión y destrato hacia los desposeídos ha generado que la sociedad no vea con tan malos ojos la pobreza y que por ende la  acepte como un hecho más de la vida.

La estructuralidad, como hecho psico-socio-cultural de la  sociedad argentina se muestra en las descalificaciones cotidianas, que desde hace décadas, sufren los pobres (negros o cabecitas) a manos del resto de la sociedad.

El aspecto institucional de la estructura de pobreza lo marca el sostenimiento de la misma por parte de los distintos gobiernos que nos han sucedido, con la excepción ya referida.

De la pobreza no se sale solo con medidas económicas, solamente. Su estructuralidad de ya más de cien años, ha generado una conciencia de terrible opresión en las mentes de los que la padecen. La sensación de que la misma es un destino irremediable solo puede ser desarraigada a través de un trabajo lento y paciente que establezca, gradualmente, un sistema educativo y cultural-sobretodo- novedoso, que acople definitivamente a los sectores marginados con el resto de la sociedad. Que inserte y sostenga,  principalmente que sostenga.

Para los sectores medios, en  general, la pobreza es una incomodidad. Se percibe en el discurso cotidiano. Sintonía fina que le dicen, ahora. Ese discurso elegante, educadamente pulido-a veces- pero que conlleva en sí, la marca de un pensamiento segregacionista.  “Ellos son otros, no somos iguales, no tenemos nada que ver, nada nos identifica, ni siquiera el hecho de vivir en el mismo país”. Este pensar, es, sin dudas, el corazón de la estructuralidad en cuestión.

Esto ha sido exacerbado en el campo político. Los sectores progresistas usan al desposeído como bandera de lucha y reavivan en ellos el dolor de ser y el resentimiento de no ser. Los sectores liberales, alineados al poder económico, alimentan un discurso de pretendida libertad mientras fijan  políticas recesivas y opresivas, que en la práctica no han hecho más que ahondar la pobreza y marginalidad estructurales.

La marginalidad es hija de la pobreza. Los indigentes, los niños de la calle, las familias de las plazas y baldíos, los “trapitos”, los limpiavidrios, la prostitución,


la trata de blancas, la delincuencia juvenil, las bandas callejeras, la violencia en espectáculos públicos, las barras bravas, los adictos que sobreviven a las puertas de toda barriada marginal y que ven como la vida se les va entre dosis y dosis; todos ellos son manifestaciones y actores principales de la marginalidad. Representan la locura de la pobreza, el grito desesperado en una sociedad que intenta esconder a sus muertos en el placard.

Una estructura no se remueve tan fácilmente. Es un proceso lento que requiere tiempo. Requiere de otra estructura. Principalmente, de una estructura política, firmemente decidida en su discurso y en su acción. Finalmente, requiere de un honesto e incisivo plan sociológico, cultural, educativo y psicológico. Requiere paciencia, y perseverancia. Y una presencia permanente del Estado, acompañando el crecimiento de los postergados. Los recursos económicos están. Falta la decisión política global. ¿Un nuevo pacto, tal vez?

Existen ciertas medidas, bien concretas, que se pueden instaurar.  Por supuesto, ello deberá ser acompañado por la voluntad del conjunto político. A saber:

Determinar como política de estado, a través de un pacto social, la erradicación completa de la pobreza.
Desarrollar entre cinco y seis polos industriales a lo largo de todo el país. Entre el Estado y las industrias se deben crear centros de capacitación específicos donde el ingreso de las personas en situación  de pobreza sea de prioridad absoluta.
Establecer convenios entre el Estado y estas empresas, por los cuales ingresen a estas últimas, personas desocupadas en situación de pobreza. El Estado se hará cargo de un porcentaje del salario durante los dos primeros años. De este modo se subsidia el trabajo y no el status quo de la pobreza.
Favorecer el crédito blando a pequeñas y medianas industrias y emprendimientos comerciales novedosos y/o necesarios para el desarrollo de áreas vitales de la economía nacional.
Favorecer el crédito hipotecario masivamente.
Reorganizar el sistema educativo, estableciendo contenidos teóricos y prácticos que apuntalen la integración y equidad social, el desarrollo de valores espirituales, el fomento de talentos y capacidades personales, los derechos inalienables  (salud, educación, trabajo, vestimenta, vivienda, justicia, esparcimiento),  entre otros.
Fomentar a través de un sistema de becas integral (cuota, material de estudio, viáticos y salario para estudiar) el ingreso de personas en situación de pobreza a universidades públicas, privadas y centros de estudios terciarios especializados.
Crear un cuerpo permanente interdisciplinario compuesto por asistentes sociales, psicólogos, operadores terapéuticos, sociólogos y médicos que trabajen en el seguimiento de las problemáticas y necesidades de toda la población en situación de pobreza y marginalidad (salud, educación sexual, violencia de género y familiar, adicciones, familias disfuncionales, niños y adultos con capacidades diferentes, etc). Estos deberán operar en centros asistenciales ubicados dentro de los barrios en situación de pobreza.
Desarrollar un plan de formación artística y cultural a través de la creación de centros artísticos en los barrios carenciados,  que trabajen coordinadamente con centros de formación artística y cultural públicos y privados reconocidos, de modo permitir la inmediata inserción en estos últimos, de aquellas personas que se destaquen en las distintas disciplinas.  
Desarrollar centros de formación y capacitación deportiva, profesional y recreativa, en los barrios carenciados, que trabajen coordinadamente con instituciones deportivas reconocidas,  de modo permitir la inserción inmediata en estas de aquellos niños y jóvenes con habilidades notorias en las diferentes disciplinas.
Crear dentro de estos barrios centros de formación que brinden capacitación gratuita en diferentes oficios y profesiones, con salida laboral garantizada por el Estado.
Desarrollo de un plan nacional de viviendas gratuitas para personas en situación de pobreza.
Desarrollo de los puntos anteriores en un plan de propaganda en todos los medios.  Organizar campañas publicitarias educativas de políticas que fomenten la igualdad social y de oportunidades y la erradicación definitiva de la pobreza.
Fomento de cooperativas de trabajo en los barrios carenciados, con financiamiento del Estado.

La justicia social implica equidad social. Y ello, igualdad de derechos y oportunidades. Igualdad como miembros plenos de esta sociedad. El catalizador del proceso de cambio es la educación. Y la cultura. La expansión artística, la libertad y el amplio desarrollo educativo y cultural, son determinantes para gestar y sostener el cambio. Sólo se puede evolucionar hacia otra estructura de pensamiento  trabajando en todos los estamentos sociales. Fundamentalmente con las nuevas generaciones.

La acción sostenida y sistemática en el conjunto social, reemplaza las carencias naturales, los temores y las mismas desavenencias que puedan surgir en el proceso de transformación. Romper con el determinismo  que ha colocado a la pobreza en el lugar de lo institucionalizado, implica un obrar conjunto de pensamiento y acción.  Ya sabemos, largamente, que la pobreza no se soluciona con estudios ni retóricas. Mejor que decir es hacer y mejor que prometer es realizar.  ¿O no, argentinos?

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