lunes, 9 de abril de 2012
¿Por qué importa lo que no se importa?
Por Orlando Novara
La actual política del “relato” gubernamental como una expresión abarrotada en su reducción a la publicidad mediática, la consigna ideológica y el atajo de la retórica efectista; empieza a mostrar sus contradicciones y transitar signos de deterioro. Quizá haya tenido y aun tenga la virtud de politizar con ribetes épicos la participación política, sobre todo de la juventud, pero aun así parece estar necesitando de un pensamiento que la interpele. De otro modo, más allá de las apariencias, esta politización corre el riesgo de transformarse en una ilusión que derrocha tanta pasión como conformismo.
El dispositivo del discurso usado es simple y controvertido: asimila contra viento y marea - en un contexto distinto- cada medida del actual gobierno a los aciertos del peronismo histórico. Esta equívoca homologación la nutre con el dinero de todos por la vía burocrática y clientelar del hoy “Partido del Estado”, único actor frente a la parálisis de partidos políticos virtualmente evaporados. Lo hace a través de una cadena de publicaciones, foros y núcleos militantes. Entidades estas que, a su vez, enfrentan con verticalismo digno de mejor causa, no solo la labor del periodismo profesional sino la de cualquier atisbo de independencia política o pensamiento crítico, tanto fuera como dentro del oficialismo.
Es cierto que las inconsistencias del relato estuvieron siempre. Fueron desde evitar la marcha peronista en los actos oficiales recomendando para ella un lugar en el traste; hasta el implícito interés de la Presidenta en ser asociada con Evita. Oscilaron entre el desprecio a dirigentes peronistas desde la reivindicación presuntamente aséptica de lo “transversal”, hasta el actual sectarismo y encadenamiento del Justicialismo. El que subordina con monedas de la “caja”. Única disciplina que alientan y a la que rinden fe.
Pero ahora estas contradicciones ya no afectan solo a lo simbólico. Se empiezan a expresar como conflictos tan encarnados en la realidad como difíciles de ocultar. Se pronuncian por no “judicializar” la protesta y llevan adelante opciones de represión y espionaje social con el “Proyecto X”. Acusan de mentirosos a los medios de prensa pero no se privan de falsificar la estadística pública. Agitan banderas del nacionalismo y del progresismo ambiental y aceleran la entrega minera a cielo abierto. Presumen ser campeones en la distribución de los ingresos, al tiempo que desatan la inflación y pretenden maniatar las paritarias.
El último hallazgo en esta técnica de “cacarear” en un lado y poner los “huevos” en otro, lo ejecutó Guillermo Moreno con las informales restricciones a la importación. Este gobierno siempre tan afecto a subordinar la política exterior a la domestica, a partir de esta última ahora ha logrado impactar sobre la primera. ¿Cómo? Generando creciente condiciones de aislamiento para la Argentina y, sobre todo, poniendo en juego la futura proyección del propio MERCOSUR. Nada menos que una de las muy pocas políticas de Estado de nuestro país, desde el regreso a la democracia.
No solo ha motivado una inusual y masiva protesta de 40 países que van de China a Estados Unidos y de Perú a México, pasando por varias naciones europeas. Antes de ello la ruptura de las reglas de juego por aplicación de licencias de importación no automáticas, concitó la airada protesta del Uruguay, Paraguay y Brasil. No es este un tema secundario. Para un mercado regional que todavía no sabe cómo abordar sus asimetrías, romper la lógica arancelaria con mecanismos claramente arbitrarios es como escupir al cielo. Es olvidar que los países afectados pueden adoptar represalias iniciando una espiral autodestructiva. Es empezar a traicionar una política de Estado.
Si bien es cierto que no hemos tirado una bomba atómica mucho más cierto es que como sintonía fina esta es de la peor. El procedimiento discrecional es un antecedente inaceptable. Nuestra mediana gravitación dentro de un bloque regional donde el más fuerte es Brasil nos obliga, más allá de lo solidario, a no afectar a socios minoritarios que, además de proteger, debemos sumar a la estrategia común. ¿Cuál ? La de defender a raja tabla tanto los acuerdos intrazona como la negociación permanente. Patear contra esto es patear contra nuestro propio arco. Ahora Uruguay en lugar de apoyarnos a nosotros frente a Brasil se apoya en él contra nosotros. Una pinturita.
De hecho las represalias llegaron desde el imperio cuando Obama decidió quitar a la Argentina del “Sistema Generalizado de Preferencias”, lo que supone no pocas dificultades para algunas de nuestras exportaciones regionales. Es cierto que en esto nadie puede “tirar la primera piedra” y que respetando ciertas normas universales el proteccionismo es un derecho soberano. Pero no es este el caso. Si no se tiene vocación de destierro, en un mundo globalizado como el actual la primera valla real de protección es la del mercado regional. Pero este último no existe si dentro del mismo se actúa sin código y se rompen las reglas de juego. Lo demás es “cacareo”.
Las políticas proteccionistas de sustitución de importaciones nunca fueron producto de un inopinado arrebato. Requieren de un previo y acertado diagnóstico de las ventajas comparativas y competitivas de los sectores que se quiere y se puede proteger. Esto junto a la necesidad de maduración tecnológica; apoyo crediticio a bajo costo; y una evaluación de factibilidad y compatibilidad en torno a los propósitos regionales. Aquí nada de esto ha existido como tampoco existe el acompañamiento de causas fácticas y objetivas de protección externa, como en su momento fueron para el país tanto la 2da. Guerra Mundial como la ulterior post-guerra.
En ausencia de estos y otros aspectos y con su probada habilidad para travestir el error en virtud el gobierno, no obstante, ha tenido bien presente ajustar una vez más las medidas a su relato. Es así como pese a que estamos frente a una desesperada “caza” de dólares, no muy distinta a los controles cambiarios de la AFIP, la restricción al ingreso de bienes se nos quiso presentar como un nuevo capítulo de “la soberana protección del interés nacional por sustitución de importaciones”. ¿Qué menos no?
Salvo algún caso puntual la actual restricción importadora es exógena a una verdadera política de proteccionismo industrial con integración regional. Este accionar es hijo de otra urgencia. Lo que en realidad el gobierno quiere es conseguir lo que al resto de la sociedad le prohíbe: dólares. Es este, inflación mediante, el primero que descree en la fortaleza de la moneda nacional. Sabrá por qué lo hace como lo sabe todo el mundo. Es un secreto a voces: hay atraso cambiario, ausencia de superávit fiscal, declinación del comercial y amenaza de más emisión monetaria. Ahora sin límites en el B.C.R.A.
Se perdieron los superávit gemelos, el margen cambiario y la estabilidad monetaria que el gobierno de Néstor Kirchner heredó y compartió con la gestión de Roberto Lavagna. Los escenarios han cambiado. Por entonces la paridad con el dólar facilitaba las exportaciones y bloqueaba las importaciones. Ahora, en cambio, esta relación encarece la venta al exterior y hace más barata las importación que por eso crece.
A esto hay que agregar que la insuficiencia de inversiones y oferta de bienes locales, fue creando una plus demanda de consumo para los productos importados. La misma que fuera lubricada por la monetización electoral del último período. El tema se ha agravado porque ahora el gobierno ha decidido no financiar esta demanda adicional. Necesita las divisas no solo por las obligaciones de la deuda externa, sino también para pagar la importación de combustibles y cerrar la brecha o déficit energético.
Mientras nos ponemos en riesgo por eventuales represalias para nuestras futuras exportaciones, la traba a las importaciones delata estos desequilibrios que no son los únicos. Así por ejemplo, en el orden interno, no son pocos los sectores de actividad afectados por las restricciones. Aunque se lo minimice hoy no es posible soslayar que la integración productiva de nuestra producción local requiere como insumos buena parte de las importaciones que se bloquean.
Antes que la cuestión escandalizara a nuestros vecinos con el posterior y reforzado eco de la Organización Mundial de Comercio (OMC), los problemas se presentaron internamente entre los trabajadores y fabricantes del calzado, la indumentaria y la electrónica. En Tierra del Fuego, por ejemplo, se habría iniciado la pérdida de algunos miles de puestos de trabajo en este último sector, mientras son centenas los operarios del rubro textil los que están bajo la amenaza de ser suspendidos en La Pampa.
Las medidas, finalmente, adquirieron el tono de la extravagancia cuando con el pretexto de salvaguardar nuestra salud se planteó obstruir la llegada de libros editados en el exterior. Con ánimo de sortear esta poco decorosa situación Pacho O' Donnell dijo que “una tuerca puede ser remplazada pero no así un Saramago”. Una manera de oponerse cargada de sutileza. Al menos para quienes saben que, desde aún antes de ser funcionario, Moreno es dueño de una ferretería mayorista.
Entiéndase bien. El problema no son solo las medidas que, con sus más y sus menos, se pueden revertir y mucho menos es el fiel ejecutor ya autodefinido como un “soldado”. La importancia de las trabas a las importaciones reside en que, con ellas, estamos llevando afuera, estamos exportando o internacionalizando, lo que hasta ahora solo había sido un hábito gubernamental para la agenda interna. La cuestión de fondo está en que la filosofía de confrontación a diestra y siniestra, habilitada por el alto mando, está rebalsando nuestra frontera. Esta es la singularidad que habrá que tomar en consideración.
Para ello la política no puede perderse en las inconsistencias del doble discurso; no debe agotarse en la equívoca confrontación del monólogo hegemónico; ni tiene que ceñirse al atril del magisterio monárquico. Debe dejar de ser tributaria de la mirada de corto plazo, del mero oportunismo y de la complicidad resignada del silencio. Aspectos que, develados, están en las antípodas de la rebeldía juvenil y su aspiración de futuro. La verdadera política tiene que interpelar la realidad, apelar al pensamiento estratégico y transitar los caminos del consenso para forjar las Políticas de Estado. Debe empezar a hacerlo ahora aunque todavía parezca algo políticamente incorrecto.
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