A las diferentes y no menos trágicas realidades que nos toca vivenciar cotidianamente - que socavan el piso de la normal tolerancia que toda democracia puede resistir- se le ha sumado una de gravedad creciente, la educación publica, que ocupa por momentos espacios mediáticos y comentarios encendidos, pero vacuos, de sectores pertenecientes a los siempre dispuestos partidos de izquierda transversalizados.
La realidad es que
nunca llegamos a una solución, a la suficiente profundización de esta cuestión,
sustento de toda sociedad. Los últimos hechos protagonizados en este ámbito,
han tocado fondo, porque pasa por debajo de la catarata de temas instalados en
la agenda oficial
La disputa en el
terreno educativo lleva décadas de desgaste y conflicto, de leyes incumplidas,
sancionadas pero que miran otra realidad, promesas de campaña, cambio de rumbo
y curricula, de tomas, de abandono escolar y mentirosas estadísticas oficiales,
de algunos docentes con escasa vocación de formar y gran predisposición al paro
sistemático, y a la des-formación.
Los que hemos
transitado la columna vertebral de la educación desde la escuela inicial a la
universidad y la docencia, sabemos que no existen milagros. En el proceso enseñanza-aprendizaje se
necesitan dos actores, el docente y el alumno; si esta ecuación falla, se rompe
el contrato educativo que los vincula, contrato del que se habla por demás
cuando alguien reclama falta de cumplimiento. Aparecen allí, entonces, las
carencias de este sistema.
La semana pasada se
levantaron parcialmente las tomas de algunas escuelas de la ciudad, técnicas y
medias que apoyaban a las primeras (ya que estamos, ésto da para todo, hoy por ti mañana por mi, y esto es
textual)
El alumno medio y técnico
conoce muy bien el juego, (no son sometidos, si alentados); ellos han escrito
algunas de sus reglas y sus excepciones.
La semana de la educación técnica, que se celebra en octubre fue coronada este año por una cadena de tomas, que reclama la no aplicación en la ciudad de una ley vigente que acomoda la educación técnica en curricula, carga horaria etc. Seguramente podía haber sido resuelto por otros medios menos dañosos y menos costosos. ¡¡¡Se trata de apagar el incendio, no de avivar sus llamas!!!
La semana de la educación técnica, que se celebra en octubre fue coronada este año por una cadena de tomas, que reclama la no aplicación en la ciudad de una ley vigente que acomoda la educación técnica en curricula, carga horaria etc. Seguramente podía haber sido resuelto por otros medios menos dañosos y menos costosos. ¡¡¡Se trata de apagar el incendio, no de avivar sus llamas!!!
Podemos hablar mucho de la educación técnica, su historia y arraigo, la gran importancia que cobra a la luz de las diferentes vivencias territoriales de cada provincia y sus especialidades. Relacionemos solamente este punto con una expresión genuina del sistema federal y con la importancia económica de la salida laboral del egresado y la inserción en el circuito productivo de estos jóvenes.
Nada se hace para
evitar este derrumbe que se manifiesta en hechos puntuales como: abandono
escolar temprano, pase de matricula estatal a matricula privada (se triplicó de
2004 a 2012),
toma de escuelas cada vez más duras, docentes en paro con listas de reclamos
que exceden lo salarial, directivos que llegan a esas funciones próximos a la
jubilación, capacitados pero cansados, fracaso de proyectos pedagógicos implementados
desde Nación o Ciudad, violencia en los reclamos, y la inédita y feroz irrupción
de la política partidaria de "la Cámpora " y sus vectores en todos los
niveles, con curricula propia cooptando docentes, y violencia
intraescolar producto de una realidad socio-económica insoslayable, cruzada por
el narcotráfico, la delincuencia y cuestiones de violencia de género y
minoridad.
Desde el gobierno se quiere mostrar una realidad hecha a su medida, y conveniente: "una sociedad reconciliada con la educación pública después de tantos años". Falaz discurso, mentira que envuelve al poder K con un manto impiadoso que transparenta la de-formación de la educación argentina, otrora prestigiosa en todos sus niveles.
Aún creemos que
existe una reserva moral que dedique sus mejores destellos para este fin
esencial. Repetiremos hasta el cansancio que no se necesita una reforma
profunda y declarativa de la educación; sino una política de estado que acerque
soluciones posibles, que no derroche inútilmente sapiencia, que aleje asesores
inservibles y docentes sin vocación. Que evite la irrupción de cuestiones políticas
como la disputa Nacion-Ciudad. Nada es casual y en esa constante sed de
aniquilar, el poder también aquí halla a su "enemigo", dañando
gravemente la educación, permitiendo que todo suceda: escuelas rotas, sucias y saqueadas,
luego de las tomas.
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