miércoles, 24 de octubre de 2012

La negación


Por Héctor Blas Trillo

No caben dudas de que el cacerolazo del jueves 13 de setiembre descolocó a propios y a extraños. No hay que engañarse. La clase política en general no esperaba semejante manifestación de descontento, que se dio en todo el país.La verdad es que, de una u otra manera, todos estaban “en otra cosa”.

El oficialismo ha pretendido hacer creer, y finalmente parece haber creído, que el mal de todos los males está en un grupo periodístico al que tilda estúpidamente de monopólico o hegemónico, cuando claramente no es ninguna de las dos cosas. La oposición se ha comportado en muchas de las iniciativas del gobierno, como cómplice (la confiscación de las AFJP, la de YPF, la quita total de independencia al Banco Central, etc.)

El gobierno niega la inflación y no rectifica su accionar en el INDEC. Niega el hecho absurdo, grotesco, tragicómico, de que se difunda un índice que dice que la gente puede comer con 6 pesos diarios.

Se niega la inseguridad, al punto que la ministra del área afirma que ha bajado el delito, y su segundo, el Sr. Berni, nos dice que si un policía recibe dinero de modo ilegal es porque alguien se lo da, colocando en la misma bolsa al comisario y al pizzero; y lo que es peor, no diciéndonos qué piensa hacer para evitar el flagelo.

Las barras bravas actúan impunes y los presos salen de las cárceles para conformar fuerzas de choque de origen político, unas y otros con el claro aval de los gobernantes y dirigentes en general.

Las sospechas de corrupción, de enriquecimiento ilícito, de cohecho o lo que fuere son desechadas en muchos casos mediante ardides torpes. O con el auxilio de jueces de virtualmente probada dudosa moral.

Desde grupos de “intelectuales” pagos por el poder político se lanzan peroratas para pedir la reforma de la Constitución cuando en verdad lo único que piden es que abra la posibilidad de reelegir una vez más  a la presidenta.
Se prohíben actos elementales, como el de disponer de lo que es de uno. Se cierran importaciones a troche y moche y por lo tanto no se consiguen repuestos, no se consiguen medicamentos, se incentiva el robo de partes de automóviles, se cierran fábricas o se suspende a su personal.

La prohibición de la operatoria en moneda extranjera ha terminado con el mercado inmobiliario, especialmente del usado. Y así siguiendo.

La población se siente insegura, económica, social y jurídicamente. La gente tiene miedo no sólo de los delincuentes sino de lo que pueda decidirse políticamente. Especialmente en materia económica, pero no solo eso.
La vida corre peligro. Mientras corre la sangre la presidenta habla una y otra vez en la cadena nacional de nada. O de todo lo que ella quiere, pero no de lo que le pasa a la gente.

Los políticos oficialistas han salido a ofender a los manifestantes, a intentar descalificarlos desde una visión facciosa verdaderamente patética. Clasistas, acusan a los primeros de concurrir con sus mucamas para golpear cacerolas. Ridículos y carentes de argumentos, hablan de la buena vestimenta, mientras al mismo tiempo la presidenta (que no iba a ponerse nerviosa) inaugura una planta en San Juan de ropa de calidad y marca internacionales.

Cristina Fernández se pelea y enfrenta a gobernadores. Peralta en Santa Cruz, Macri en la Ciudad de Buenos Aires, De la Sota en Córdoba, Scioli en la Provincia de Buenos Aires. Les niega o directamente quita  recursos, los manda a administrar mejor, los descalifica. Y la gente sufre las consecuencias. La gente es, indudablemente, el proverbial pato de la boda.

La educación pública decae a niveles nunca vistos. En cualquier medición internacional la Argentina cae y cae en la materia. Los educadores hacen huelgas y toman a los chicos de rehenes una y otra vez. Los planes de estudio se encaminan a la propaganda política y no al conocimiento. Se multiplican los feriados. Se asegura la promoción de los cursos.  Se apela al recurso de la necesidad que se incrementa día a día. Las escuelas se transforman en comedores. Los adolescentes salen de ellas sin poder comprender un texto escrito.

Los planes de ayuda no se implementan para crear mientras tanto las condiciones para que lleguen inversiones y se multiplique la oferta de trabajo. No.  Se sostienen en el tiempo y cada vez más aumentan los beneficiarios, lo que es considerado un logro y no un fracaso. Es un logro que más gente necesite ayuda y el gobierno la atienda, esa es la lectura y de eso suele vanagloriarse la señora presidenta.

En materia energética lo que se hizo con Repsol es patético. Directamente el gobierno quitó la empresa a sus legítimos dueños sin pagar un peso. Y ahora se pretende que lleguen inversiones y hasta se anuncian “planes” por parte del nuevo “CEO” designado a dedo para gestionar la empresa YPF. Después de casi una década en la cual todos los entendidos, o no tanto, anunciaran una y otra vez el colapso energético y éste fuera negado, también una y otra vez, por el mismo gobierno, especialmente a través del ministro De Vido, la realidad salió a la luz, se culpó de ello a una empresa española a la que se la ha acusado, en los medios y no en la Justicia, de “vaciamiento”, luego de haberla autorizado a proceder como procedió.

Cualquier estudio serio muestra cómo las inversiones llegan a cuenta gotas a la Argentina, mientras que sí lo hacen a otros países de la región. Nadie en el gobierno parece dispuesto a analizar por qué.
La persecución ideológica a periodistas es un dato. Los empresarios deben pedir permiso para todo. Los políticos también. Los políticos opositores deben callar. Los gobernadores e intendentes deben apoyar si quieren recibir partidas para cumplir con  sus obligaciones. Y mucho más si quieren o deben hacer obras públicas indispensables.

Muchos dicen que esto es miedo. En verdad si lo es, lo es porque no se cumple con la ley y con la Constitución Nacional.
El gobierno se endeuda cada vez que emite moneda para adquirir dólares. Se endeuda cada vez que usa reservas y el Tesoro le entrega al Banco Central un bono a 10 años por el dinero retirado. Se endeuda cuando el Banco Central emite letras (lebacs, nobacs) para retirar los pesos de circulación.   El llamado “desendeudamiento” se convierte así en un bluf.

La propaganda oficial se despliega especialmente en los programas “Fútbol para todos” y “6,7,8” en la televisión. Pero la propaganda es tomada como tal por la población. Todo es irreal, ficticio, dibujado.

Se sabe que para algunos funcionarios cercanos a la presidenta, todo lo malo que ocurre es gestado por conspiradores contrarios a los intereses del país. Si bien puede ser cierto que habrá no pocos poderosos a quienes lo que pasa no le gusta, es difícil imaginar que todo cuanto ocurre en materias tan diversas es gestado en usinas que operan en contra del gobierno.

Así las cosas, un día la gente ha salido a protestar.  Y lo hizo de manera inorgánica, sin líderes a la vista. Y, como queda dicho, en contra de todos los políticos. Bastante parecido a 2001.
No hay cosa peor que intentar explicar un hecho mediante visiones sesgadas o interesadas.  La objetivación de lo ocurrido es la manera de poder interpretarlo para corregir el rumbo y evitar que se repita.

La descalificación de los manifestantes de parte de funcionarios no es otra cosa que un síntoma. Por alguna razón, que la presidenta no puede ignorar, tales funcionarios salen a decir lo que dicen, y nadie los corrige.

Hace un par de semanas el llamado viceministro de economía salió a decir que si el gobierno quería podría fundir a uno de los grupos económicos más importantes del país, que además tiene operaciones en el exterior de gran envergadura. Finalmente debió corregir sus dichos. Lo hizo de una forma impresentable, pero lo hizo. Allí sin duda hubo una rectificación, aunque el daño ya estuviera hecho. El hombre común puede preguntarse tranquilamente : si eso puede pasarle a Paolo Rocca (de él y del grupo que representa se trata), ¿qué puede esperarse que le pase a un pequeño comerciante?

La negación abarca entonces las cuestiones económicas, las cuestiones jurídicas, las cuestiones educativas, las cuestiones internacionales, todo. La tirantez se hace evidente, el cacerolazo es una respuesta. No hay demasiado misterio en esto.  Guste o no guste, algo anda mal cuando es más barato comer en Nueva York que en Buenos Aires, por ejemplo. O cuando la educación se retrasa tanto pese a que ha aumentado en estos años el presupuesto educativo. No es lo común que los países más democráticos del mundo se cierren en sus fronteras y su gente no pueda adquirir divisas para viajar, o para ahorrar, que es todavía peor. No es habitual que se escrache a disconformes desde la cadena nacional por el presidente de la república. La gente no vive enrejada. Los delincuentes cumplen sus condenas. El tráfico de armas o de drogas intenta por lo menos ser controlado. En esos países se vive más o menos normalmente.

En la Ciudad de Buenos Aires y en sus alrededores, proliferan los boliches donde se vende alcohol a menores de edad y la droga circula con total libertad. En los estadios de fútbol ocurre lo mismo. Nadie está tranquilo al salir o al entrar a su casa. Se dictan normas que nadie cumple. Se hace la vista gorda ante delitos flagrantes como el de la valija llena de dólares provenientes de Venezuela en un avión oficial. Se oculta la verdad de la inflación, de la pobreza, de la indigencia, del calamitoso estado de los transportes públicos. Los “trapitos” se manejan a sus anchas en zonas aledañas a actos públicos, y los desarmaderos no parecen sentir ningún acoso para llevar adelante su sucio “trabajo”.

Así se podría seguir con muchas cosas. Muchas de las cuales no son difíciles de corregir. Al menos de empezar a corregir. De poner el esfuerzo en hacerlo.

Luego de todo este panorama, un día se inicia el llamado a un cacerolazo masivo por Internet. No faltó algún político de dudoso pasado que dijera que la protesta fue “organizada por profesionales” que usaron cuentas falsas y varias cosas más. Pero también son profesionales los funcionarios públicos de la ex SIDE, y  quienes se encargan del inmenso aparato comunicacional el poder del gobierno.  Pamplinas. La realidad los dejó colgando del pincel a  todos. Oficialistas y opositores. De estos últimos, no faltaron algunos que quisieron y quieren hacer leña del árbol caído. Pero la gente no come vidrio. Esos opositores de última hora hace añares que liban de cargos públicos y no han hecho nada para cambiar las cosas. Al contrario, como queda dicho, muchas iniciativas bastante más que deplorables fueron apoyadas por esa oposición.

Y hasta acá llegó la historia. Ahora, todos en el mismo barco, veremos cómo sigue. Algo ha cambiado desde el día de la protesta. Algo que no se termina de definir es diferente. Para eso sirve una protesta masiva, para despertar a los adormilados y a los negadores. Porque si algo está presente en todo esto es, precisamente, la negación.

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