Cuando Néstor Kirchner se hizo cargo del gobierno en el 2003 la Nación había enloquecido y
rogaba que alguien tomara firmemente las riendas del poder y reconstruyera el
Poder Ejecutivo Nacional. Recordemos que:
- El coche había volcado y milagrosamente se lo
consiguió detener al borde
del barranco
- Eduardo Duhalde había conseguido reencender el motor y volverlo a la
carretera
- Los chinos, con una
nueva clase media en ascenso, comenzaron a engordar sus chanchos con soja,
por lo que la demanda y el precio del milagroso poroto y su harina se fue
a las nubes
- Nuestro campo,
aprovechando la internacionalización argentina
de la década del 90, se había equipado
al máximo para sacar provecho de esa situación y pudimos multiplicar por 5 la
producción y aprovechar los
nuevos precios.
En ese marco, en poco tiempo y mas allá de la antipatía
personal que irradiaba el matrimonio de Néstor y Cristina, soberbios ambos como
el diablo, Kirchner consiguió, en poco tiempo, rehacer un poder de mando
centralizado en la Casa
Rosada , que la gestión de la Alianza , y los sucesos
posteriores, habían tirado por el suelo.
Logró así hacer lo que se esperaba de él y, como
condición necesaria para su consolidación definitiva,
expulsó definitivamente del poder a quien lo había designado: Eduardo
Duhalde. Identificó también, correctamente, el gran drama en que la Argentina había caído en
esos años y pudo darle un principio de solución.
Por un lado el proceso de desindustrialización de Martínez de Hoz,
y luego el desguace de las empresas estatales de Menem, habían dejado sin
trabajo a cientos de miles de argentinos. Por otro lado, la tozudez de Menem y
de la Rúa ,
insistiendo ambos en la
Convertibilidad , pasó de ser una brillante solución
transitoria para salir de la hiperinflación y de la indexación de la economía,
a un dogal asfixiante.
A ambas situaciones explosivas se sumó luego la impericia de
Duhalde, con su pesificación asimétrica, que sumergió en la pobreza a los
trabajadores argentinos por medio del más brutal ajuste de salarios que haya
existido en nuestro país.
Ya en el 2003, aprovechando el superávit externo generado por las
la soja, producida a raudales, sumado al superávit de las cuentas del estado
generado por la brutal caída del gasto en salarios y jubilaciones, gracias a la
pesificación asimétrica, se generó una novísima situación en la que el
Estado Nacional nadaba en dinero, las provincias tenían pocos ingresos
coparticipables y los trabajadores se morían de hambre.
Pues bien, Kirchner extrajo el máximo provechos de
esa situación ya que consiguió recuperar parte del consumo interno
perdido, mediante un método eficaz, pero primitivo, cual fue subvencionar
el consumo entregando subsidios a los productores para que no aumentasen los
costos y, por otro lado,
prosiguió con la política de Duhalde, creada durante la crisis del 2001, de entregar
alimentos y subsidios a los que no tenían trabajo.
A pesar de esos gastos, la pesificación asimétrica había rebajado
tanto los salarios y la soja rendía tanto dinero que las arcas nacionales
reventaban de hinchadas. Apareció entonces la
tercera idea milagrosa que le
serviría para poner a todo el arco político a sus pies. Consistió en aplicar la Caja del Estado Nacional para
disciplinar a Gobernadores, Intendentes, Senadores y Diputados, mediante
transferencias y obras que regalaban a provincias y municipios, aunque el Estado Nacional las
pagaba a precio de diamantes montados en platino.
Así pasaron
los años. Una parte de Argentina se acostumbró a que los servicios
públicos como agua, electricidad, gas y transporte fuesen casi gratuitos, con
lo que se podían derrochar a mansalva. Total, si del derroche resultaba que
escaseaba el servicio, los ricos igual se la rebuscaban y los pobres que se
jodan.
A partir de esa época las obras públicas pasaron a ser patrimonio
casi exclusivo del Poder Ejecutivo Nacional. En la práctica el
Estado Federal se disolvió en un unitarismo rivadaviano y los Gobernadores, si no son
subsidiados por el Gobierno Nacional no pueden pagar ni los sueldos.
Muchos
argentinos se habituaron a que trabajar no es necesario ya que basta recibir
algo del gobierno y rebuscársela como se puede, ya aguantando, ya viviendo en
la miseria, ya delinquiendo.
Cada uno hizo al respecto lo que le resultó menos penoso ya
que a esa altura ya había adolescentes cuyos abuelos habían perdido el trabajo
en la época de Martínez de Hoz, los padres no consiguieron trabajo con Menem ni
con los posteriores y ellos, ahora que había subsidios, se dieron cuenta que no
valía la pena esforzarse ni por trabajar ni por estudiar.
Esa lección la aprendieron también muchos de nuestros vecinos
paraguayos, bolivianos y peruanos ya que, comparativamente con lo que sucede en
sus países, Argentina, tenía o tiene todavía, todo un sistema de protección
social en hospitales, escuelas y ayudas, que no distingue entre nativos o
extranjeros.
Mientras el régimen de subsidios crecía y crecía hasta que
agotó los superávits y el gobierno, ya en manos de Cristina,
empezó su carrera de rapiña tratando de expropiar cuanta caja hubiese
disponible para proseguir con una fiesta, necesaria en origen, pero ya sin
sentido.
El
principal problema del festival indiscriminado de subsidios es la apropiación
delictiva de los mismos por las empresas subsidiadas, caso Cirigliano con sus
empresas en EEUU, como también la mordida de los subsidios realizada por los
otorgadores, un poco o mucho para la corona y otro poco o mucho para ellos, sus
aviones, yates y mansiones.
Esta política, buena en origen, desquiciada en su aplicación
extendida, necesitaba dos condiciones auxiliares para tener éxito. Una de las
condiciones fue crear los coros de aplaudidores para darles una mística que
el matrimonio no podía generar por si mismo, por su historia ni por su
comportamiento. He ahí la más brillante operación política que emprendieron
estos dos aventureros platenses enriquecidos a costillas de propietarios
santacruceños. Compraron varios coros.
El más obvio, y que está en
todos los gobiernos, es el de los funcionarios, los amigos, reales o comprados,
los gobernadores e intendentes alquilados con obras y los periodistas
subvencionados o empleados de los medios adictos.
El coro principal fue el de los guerrilleros y sus simpatizantes
que habían escapado de la masacre que ellos mismos provocaron al pellizcar los
testículos del monstruo tradicional de la política argentina, cual
históricamente siempre fueron los militares, ingenuos e incultos que supimos
generar. Los
dirigentes que escaparon mientras morían sus soldados, fueron comprados
dándoles la venganza que tanto anhelaban para pagar la culpa de haber vendido a
sus seguidores. Se bajaron
cuadros de delincuentes y se puso preso, muchas veces sin juicio, a todo ex
militar que se creyó necesario.
Compraron también a las Madres de Plaza de Mayo, por el precio vil
de exposición pública y de la cesión de negocios millonarios, para aprovechar
la buena imagen internacional que ellas tenían originalmente.
Luego compraron al coro de los hijos desaparecidos. Ahí, donde ya
no había culpas le fomentaron la venganza pero, por si no era suficiente, les
dieron poder, mucho dinero, altos cargos y un largo etcétera.
Así nació La
Cámpora
Por
último, al ir agotándose el ciclo, aparece la soberbia, la critica a todo el
que piensa distinto, las cadenas de televisión, la persecución por
Por último, como condición necesaria, pero no suficiente para esa
megalomanía del poder procedieron, Kirchner primero y Cristina luego, a cortar
feta a feta los testículos del Partido Peronista, tanto por compra directa,
como por desactivación del partido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario