CFK y el Frente para
.El Movimiento Nacional Justicialista sostiene que el paro de
El cuestionamiento al carácter “desestabilizador” por parte de CFK
pareciera indicar que solo ella (o su pequeño grupo interlocutor de 3 personas)
pudiesen accionar políticamente. No todo el mundo debe aceptar la “monserga
cristinista” como si lo hacen sus diputados, senadores, ministros,
secretarios, gobernadores, etc., que sólo reciben órdenes o sugerencias
obligatorias. A ellos les “bajan” lo que deben hacer o decir, desde las altas
esferas de la “vanguardia iluminada”. Toda
la política en pocas manos.
Dentro de los Partidos políticos y específicamente dentro del PJ,
no hay debate, ni sesiones, ni reuniones. Sus “autoridades” la conforman una
veintena de dirigentes, poco representativos, que sólo aparecen en los medios,
cuando les ordenan (desde “arriba”) decir algo, generalmente para agredir a
alguien, como recientemente ocurriera.
A los
Movimientos Sociales (del palo) no les ordenan que decir, sino que hacer,
cuando movilizarse, hacia adonde, a quien alabar, a quien criticar. Es una
tarea fácil; se trata de “bajar” los medios y los subsidios adecuados o, en
caso de reticencia, de “quitar” los mismos.
Qué pasa con la oposición? Diputados o senadores no oficialistas,
divididos en cuidadosas baldosas personalizadas, son como mini-emprendimientos políticos
improductivos. Debido a tanta división, no hace falta debatir políticamente
con ellos. Se trata de seguir dividiéndolos y no preocuparse demasiado.
Qué pasa
con los sindicatos y con el periodismo?. En cada uno de estos espacios hay
poder propio, por lo que naturalmente
les gusta debatir. Hoy por hoy tienen mayor presencia mediática por
ausencia (o extinción) de los partidos políticos. Esta mal o está bien que sea
así?. Diríamos que por suerte es así; no porque sea lo ideal, sino porque
vienen a cubrir el vacío de las estructuras políticas creadas para orientar y
ordenar el debate político. Si así no fuese estaríamos ante una dictadura, no militar,
sino “democrática”.
La democracia no consiste únicamente en un mecanismo de elección de los
gobernantes. Se alimenta
de un continuo debate sobre los temas de la sociedad y del mundo, en
interacción permanente. La legitimidad de origen de los gobiernos se basa únicamente en
la cantidad de votos obtenidos en la contienda electoral, pero también importa
lo que los gobernantes electos hagan luego de su acceso a la administración del
Estado. Es lo que suele denominarse legitimidad
de ejercicio (del poder),
que debe satisfacer un debate político permanente de los temas que nos rodean,
sin que ello afecte la legitimidad
de origen.
Siendo
el voto un acto de
delegación que otorga por
cierto, autoridad política a su elegido, éste no puede ser absoluto, sino que debe
responder permanentemente a los criterios elegidos por el votante; inclusive
cuando éste cambie de opinión. Si el funcionario elegido cambiase su postura,
por los motivos que fuesen, debe someterse a un debate público para seguir
obteniendo (o nó) los apoyos de cada votante. Este continuo debate político
genera una nueva legitimidad
en el ejercicio de sus
funciones. Así se entiende a
la democracia.Si los que están en capacidad de ejercer ese derecho (al debate político) lo quieren ejercer, nadie del gobierno tiene el derecho a criticarlo ni a satanizarlo. Sólo debe responder con argumentos y explicaciones, para que escuchen todos los ciudadanos. Cuando el diálogo no existe, por soberbia ó capricho, entonces no deberían asombrarse que se ejerzan otras formas de peticionar en un nivel más alto. Ocurre en las mejores familias.
Todo gobierno acierta en muchos temas y comete variados errores de
mala praxis. Reconocerlos rápido aleja fricciones innecesarias. El actual conflicto es la suma de muchos problemas que
vienen acumulándose. En el presente la
delegación ejercida
democráticamente es puesta en duda por sus propios electores. Acuciados por la
necesidad de mantener en constante alza el gasto público, el gobierno de CFK ha
venido incrementando la presión fiscal global hasta extremos insoportables para
una vasta mayoría de contribuyentes, a lo que se suma una inflación
persistente, que no es reconocido explícitamente. Y este es un punto decisivo del
debate político. Destacarlo no es “desestabilizador”; es no mentir. Los
cuestionamientos deben ser
respondidos y no escondidos, que
es lo que este gobierno, de ideas demasiado simples para una realidad muy
compleja, solo atina a hacer.
Desde la antigüedad la carga excesiva de impuestos ha sido el
principal motivo de rebeliones populares contra sus reyes o mandatarios. Llega
un momento en que los reclamos no escuchados se transforman en agitaciones
permanentes, más aún cuando a la vista de todo el pueblo se le agregan los
desfachatados desfalcos a que es sometido el erario público.
Estos nuevos movimientos, sociológicamente claros, aún no tienen
una expresión política clara, pero van influyendo pausadamente sobre el proceso
de toma de conciencia de cómo cada propuesta política afecta los propios
intereses. Hasta las próximas elecciones hay un buen tiempo para seguir
debatiendo. Por eso viene bien un ruido fuerte, para que los sordos también
escuchen.
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