sábado, 16 de junio de 2012

Y así seguimos andando


Por Fabián Rapolla

Una estrofa, una canción y los muertos de la vergüenza y la injusticia, con nosotros, cada día. Los muertos del tren, los de septiembre, los de febrero. Los muertos de la perversidad. La de un gobierno y la de un empresariado, aliados en el vaciamiento  de una de las trazas ferroviarias más importantes,  “el Sarmiento”. La decisión de la presidenta de revocar la concesión de TBA, no redime ni tapa uno de los entramados de corrupción más grandes de este “modelo”.  No hace desaparecer ni justifica la complicidad gubernamental en la tragedia. Otra vez, y  van….El gobierno tira la pelota fuera de la cancha. De hecho, en la causa contra el ex Secretario de transporte,  Jaime, surgen claros indicios de coimas pagadas por los Cirigliano, amén del desmesurado crecimiento económico de este grupo, a partir del uso indebido de  los fondos girados por el Estado para el mantenimiento de las líneas Sarmiento y Mitre.

La desinversión es una muestra de la falta de proyecto. De hecho no se planifica inversión; simplemente por que no les interesa ni les interesó, jamás, el crecimiento real de la Patria. Un país que se desarrolla, un país que apunta a objetivos de crecimiento industrial dedica un esfuerzo importante al  mantenimiento, crecimiento y mejoramiento de su red ferroviaria. Un modelo que está con el pueblo escucha la voz del pueblo. La del que viaja en condiciones indignas, la del que hace rato dijo basta y empezó reclamar mejoras básicas, pero sustantivas en el servicio. Servicio, que recibe un subsidio ciego del Estado, sin ningún tipo de control en cuanto a su destino,  y que solo sirvió para que funcionarios y concesionarios se enriquecieran impunemente y que estos últimos, pudieran seguir comprando y/o creando otras empresas de transporte; todo ello a expensas de la integridad de la gente.

Hay que barajar y dar de nuevo. Una vez más. En el dolor de una tragedia que se debió haber evitado, con heridas que no dejan de sangrar, resulta imperativo comenzar a trabajar en un plan ferroviario nacional.

El transporte seguro de la población es un derecho humano básico. Cambiar el collar al perro para que todo siga igual es historia conocida en la Argentina. No es esperable que este gobierno, mero administrador de un status quo estructural y cultural, genere cambios significativos en el desarrollo de los ferrocarriles. El problema no es la concesión; el problema es un estado ausente. El ferrocarril es política publica fundamental.  La administración en manos privadas ha fracasado. Rotundamente. El ferrocarril debe estar en manos del Estado. El Estado debe proveer a su calidad, mejoramiento, desarrollo vial, de medios, servicios  e infraestructura.

Este modelo mixto, donde el Estado subsidia su propia corrupción junto con la ajena, ha dejado muertos. Y eso no  se puede perdonar. Ni olvidar. Que esta historia no se repita. Duele ver a un gobierno supuestamente popular, que en la práctica, con sus políticas espurias de corrupción y desatención  al servicio, ha sido participe principal de la tragedia de Once.

Ocho años han sido más que suficientes para generar cambios reales. Pero no lo han hecho, solo nos han vendido humo. Este gobierno representa un sistema. El del apriete, el de las cajas, el del consumo sin respaldo, el de la violencia verbal y el resentimiento constante. Pero un sistema no es un modelo. Un sistema es un conjunto de mecanismos unidos detrás de una voluntad. La de la Presidencia, en este caso. En cambio, un modelo responde a una ideología y una ideología se desarrolla a través de una doctrina. Ese es el verdadero modelo peronista.

El desarrollo industrial de la Nación ha de traer aparejado, inevitablemente, el auge de la infraestructura vial. Y esta se paga sola, con el mismo crecimiento.  Necesitamos un gobierno y un peronismo dispuestos a abarcar la etapa de la industrialización y el pleno desarrollo.  Fundamentalmente, desde la honestidad, desde la generación de ideas reveladoras, desde la amplitud del trabajo conjunto con los sectores sociales, de la mano de la gente, no llevando a la gente de la mano.

Que nuestros muertos de Once sirvan para no seguir retrocediendo.  Son trabajadores, son los muertos del pueblo, una vez mas las víctimas dela asociación ilícita entre la corrupción  estatal y la impunidad empresarial privada. Una vergüenza más del “modelo”. Seguramente lejos del peronismo, muy lejos.

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